El dibujo es la quintaesencia de la pintura, de la escultura y la arquitectura. Es la raíz de todo arte, y quien lo domina goza de un poder incalculable…
    
    
    
    El dibujo es la quintaesencia de la pintura, de la escultura y la arquitectura. Es la raíz de todo arte, y quien lo domina goza de un poder incalculable…
    
    Alberto Lorente parte del caos sin obsesionarse con la interpretación perfecta, libre de mitologías ideológicas: clona seres en sí mismos incompletos.
    
    Miriannys Montes de Oca ha reinterpretado en su obra la dualidad que se agita en nuestro interior, donde transitamos de un autorreconocimiento a un desdoblamiento exterior.
    
    La incertidumbre es un elemento recurrente en la producción de Ronald Vill, no se presencian declaraciones contundentes, se desvela lo necesario para levantar sospechas.
    
    Felipe Alarcón deja asomar a través de transparencias y veladuras en sus cuadros, imágenes de personajes históricos, intelectuales y artistas afrodescendientes.
    
    La pintura de Brian Sánchez es compulsiva e intensa, simula y trasviste los deseos más profundos, logra a través de ella atemporalidad, sobrecogimiento y pesadumbre.
    
    La capacidad artística de Jorge César Sáenz para la escultura y la pintura nos seduce y envuelve, con naturalidad, sutileza y elegancia, es un viaje temporal hacia el Medioevo.
    
    Para Brenda Cabrera, cada obra conforma una suerte de autorretrato donde desnuda su esencia y a manera de ritual la conecta con un universo cultural mucho mayor.
    
    A Javier Barreiro le interesa observar su entorno, las imágenes que se repiten día a día, donde lo urbano crece guiado por la precariedad y adopta una forma de supervivencia.
    
    Los trabajos de Carlos Batista revelan una inquietante soledad no exenta de drama; ese drama contemporáneo que nos hace oscilar entre la inmediatez y un continuo deseo de trascendencia.
    
    Hugo Azcuy Castillo hace una obra que es una extensión de su misma psiquis, de su propensión hacia lo trascendente y del diálogo entre lo humano y lo divino.
    
    Lo grotesco, lo escatológico, lo pervertido, lo sublime, lo sexual, lo lúgubre, lo desproporcionado, lo iracundo, lo noble y lo humano, se dan cita en la obra pictórica de Antoine Mena.
    
    Regis Soler ha desarrollado una extensa carrera como escultor que se remite a los años 80, experimentado con el proceso de apropiación y con el ensamblaje.
    
    César Castillo indaga en los pliegues de un arte político a su manera. La figura del antihéroe olvidado en la periferia del circuito local es su temática.
    
    Las creaciones paisajísticas de Rodolfo Valdés Montes de Oca son de corte contemplativo, capaces de rivalizar, en belleza y maestría, con el mundo de lo Natural.
    
    En las obras de Octavio Irving está presente el eco de una ciudad que habla de la erosión y del desgaste, también de un saber adquirido a través de los ciclos en constante sucesión.
    
    Abraham Machado señala entre sus principales referentes artísticos a los pintores impresionistas, de quienes heredó la preocupación por la luz y la síntesis de manchas y colores.
    
    La forma de expresión de Luis A. González, es la pintura. Sin embargo, la música, el video y los juegos de un niño son también sus medios para comunicar ideas.
    
    La obra de Elio Jesús Fonseca tiene un marcado trasfondo existencialista. Por la elección de materiales, lo visceral de sus escenas y el efectismo que les imprime.
    
    Aissa Santiso ejecuta acciones con rigor, como una artista (polifacética, interdisciplinar, multimedial…) Pintura, performance, fotografía, new media art, videoarte.
    
    Para Maikel Sotomayor el paisaje ha sido el punto neurálgico de su discurso creativo más extendido, lo concibe como un ente al que debe regresar.
    
    Las imágenes que creo reflejan mi prolongado interés por los mitos antiguos, las fábulas y los aspectos simbólicos que contienen.
    
    La obra de Marco Arturo Herrera es un telón de fondo para una realidad que se torna monocromática, donde la historia de un pueblo se desvanece en su impotencia.
    
    El dibujo se manifiesta para Joniel León como un espacio para la meditación, el reto y la experimentación, dando rienda suelta a la obsesión por el detalle.
    
    “Volúmenes en el espacio” anuncia la poética de Leandro Mompié, dos prácticas, esculturas llevadas a la pintura, obras de una enigmática teatralidad y de una sólida estructuración visual.